
Para saber si hemos aprendido a amar, tan sólo hemos de echar un vistazo a nuestra forma de comportarnos con los demás.
No en vano, la relación que mantenemos con todas las personas que forman parte de nuestra vida es un reflejo de la relación que estamos cultivando con nosotros mismos.
Como lo expresa el filosofo Darío Lostado: “ Si no te amas tú, ¿Quién te amará? Si no te amas a ti ¿a quién amarás?”.
Al darnos cuenta de lo que les hacemos a los demás nos lo hacemos a nosotros mismos primero, tomamos conciencia de lo estrechamente unidos que estamos los seres humanos.
No en vano, las etiquetas con las que subjetivamente describimos y dividimos la realidad son solo eso, etiquetas. Y por muy útiles y necesarias que sean para mantenernos en el día a día, no deben separarnos de nuestra verdadera naturaleza: el amor incondicional.
Igual que los árboles ofrecen sus frutos cuando crecen en condiciones optimas, los seres humanos emanamos amor cuando nos liberamos de todas nuestras limitaciones mentales.
De ahí que si queremos saber cuál es la mejor actitud que podemos tomar en cada momento, tan solo hemos de responder con nuestras palabras y acciones a la siguiente pregunta:
¿qué haría el amor frente a esta situación?